La belleza admirando a la belleza

Portada del libro de Maurice Maeterlinck, ediciones Rocca (imagen tomada de Internet).


Por: Domingo José Bolívar Peralta.

 «La flor no es indiferente al volar de una mariposa».


Este par de versos los oí esta mañana, los recitó una niña en un video que fue transmitido en televisión, en el programa “Profe en tu casa”, pañito de agua tibia ―aunque ameno y sin culpa de que con él se trate de tapar un hueco en nuestro sistema educativo en tiempos de Covid― como tantos otros que no resuelven de fondo los problemas del país.

Una niña. Las niñas, durante estos meses en que la infancia colombiana ha tenido que recibir clases en sus hogares usando recursos de internet, he venido notando que, al menos en Isabel López, son más aplicadas en cumplir con sus deberes escolares que los niños, y hasta me parece que estudian con más gusto. Lástima que familia y sociedad, generalizando, no tardan en cortarles esas alas que les veo, el vuelo del saber. Pronto las someten a los esquemas machistas que las limitan y con el tiempo estas niñas, hoy potenciales águilas, serán aves de corto vuelo, gallinas cacareando chismes de farándula y de vecindario, llenando sus buches de telenovelas y frivolidades publicadas en redes sociales de internet y en el vecindario.

Esos dos versos recitados por la niña me han sorprendido, porque justo en estos días estoy leyendo ‘La inteligencia de las flores’, libro de Maurice Maeterlinck. Se ajustan perfectamente a la idea que el Nobel de Literatura plantea en su libro y, ese par de versos, son dignos incluso de la belleza de la obra del autor belga. En los versos de la niña, con la inteligencia, se puede colegir que en las flores hay también sensibilidad estética; la belleza admirando a la belleza.

 


Comentarios

  1. En mi espectro como docente, he visto más estudiantes mujeres inquietas por el saber, estudiantes hombres.

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