Lo oculto en la niebla
María Luisa Bombal (imagen tomada de Internet). |
Por: Anabell Posada Ramírez.
Estoy
habitada por un grito.
Sylvia Plath
Leo mujeres para leerme y leer mejor
el mundo, todo lo callado y dormido que hay en él. Leo hombres, leo libros, y
de repente me aferro a una línea, a un fragmento, una imagen. Algo me susurra
un secreto. Aprisiono aquello como mi bandera, como mío desde siempre, aunque
apenas hace un instante lo haya leído, vivido. Ese descubrimiento mío en las
palabras, ese tejido donde me vi e intuí lo humano en cada letra, me detiene.
Justo allí, en esa experiencia que me irrumpe y me contiene, oscilo, pendo allí,
de ese hilo, como pájaro que se aferra a la enramada durante lluvia fresca. Esta
vez el nido lo tejió María Luisa Bombal. Comparto aquí mi travesía por el andar
de sus palabras.
En La última niebla, primera novela de la escritora chilena María
Luisa Bombal, la escritura transcurre en el silencio. Está la niebla y está la
mujer sin nombre. Una niebla que aprieta y ahoga. La novela se desarrolla en
medio de un dolor voraz, permanente, sostenido, callado. Es un dolor y un
silencio que lo van llenando todo. Un dolor que invade: el cuerpo, la casa, la
naturaleza, todo queda absorbido por esa atmósfera gris y borrosa.
El silencio supone una voz, una
ausencia. Todo silencio es un indicio. Como cualquier silencio, éste también
habla, grita. Nos habla, entre otras cosas, de un marido que oculta su propio
dolor. Está la mujer y el marido, y, entre ellos, nuevamente, el silencio
punzante.
Mudez, silencio. “Silencio, un gran
silencio, un silencio de años, de siglos, un silencio aterrador, que empieza a
crecer en el cuarto y dentro de mi cabeza” repite el personaje, e insiste:
“todo continúa mudo”. En el cuerpo de la mujer hay miedo, inmovilidad, es un
cuerpo habitado por la noche, la pasión, el deseo y la negación. El personaje
es una mujer que debe ser otra mujer:
la imagen de una muerta, de un recuerdo. Ella debe peinarse y actuar como la
exmujer del esposo, otra, ya muerta. En esa simulación se va desdibujando y
perdiendo. Mientras tanto, hay una violencia interior creciendo, hay golpes,
angustias. Todo es un lento y callado desfallecer.
Si fuera posible abandonarse contra
un árbol para sostenerse…
Un silencio que acomete e incluso
despierta, un enervante silencio. Todo está oscuro. “De nuevo en mí este dolor
punzante como un grito”. Continúa el dolor. “Mi dolor de estos últimos días,
ese dolor lancinante como una quemadura, se ha convertido en una dulce tristeza
que me trae a los labios una sonrisa cansada.” La mujer está completamente
débil, nunca deja de sentir. Toma conciencia desde las palabras, de su
corporeidad lastimada y dolida. Sobre casarse, sobre el matrimonio: permanecer
muda, incólume, silente.
“Me ahogo”, la mujer tiene
dificultad para respirar, para caminar, para andar, y, sin embargo, ¡cuánta
vida y deseo! Se vive en medio de una cotidianidad monstruosa. Los días
transcurren y la oscuridad también. Se ama la vida, se quiere seguir sintiendo.
Ojalá un árbol para sostenerse y no
caer…
Es un cuerpo de mujer que desea. Un
cuerpo que sintió –creyó/imaginó/fingió/soñó– y se logró salvar del tedio
absoluto con la imagen de un amante, salvarse de la muerte inminente ofrecida
por la cotidianidad y un matrimonio sin sentido. Está el deseo entonces, el
deseo del cuerpo y su posibilidad redentora. Sin embargo, continúa el
desconsuelo. “La sola idea del dolor por venir me aprieta el corazón. Y junto
mis fuerzas para resistir su embestida, pero el dolor llega, y me muerde, y
entonces grito, grito despacio para que nadie me oiga.”
Aparece la muerte en cuerpo de
mujer: Regina, otro personaje femenino, se pega un tiro. “Regina supo del dolor
cuya quemadura no se puede soportar; del dolor dentro del cual no se aguarda el
momento infalible del olvido, porque, de pronto, no es posible mirarlo de
frente un día más.”
Regina tenía un amante. Regina
sintió, vivió. “Y siento, de pronto, que odio a Regina, que envidio su dolor,
su trágica aventura y hasta su posible muerte. Me acometen furiosos deseos de
acercarme y sacudirla duramente, preguntándole de qué se queja, ¡ella, que lo
ha tenido todo! Amor, vértigo y abandono”. Suicidio, muerte, infidelidad, deseo.
Las palabras van hilando en la escritura lo que la niebla pretende cubrir.
Se sigue un ambiente hostil, un gran
cansancio, la mujer está extenuada. El dolor inmoviliza y condena, la niebla
que todo lo aísla. “¿Mi vida no es acaso ya el comienzo de la muerte? Morir
para rehuir; ¿qué nuevas decepciones?, ¿qué nuevos dolores? Hace algunos años
hubiera sido, tal vez, razonable, en un solo impulso de rebeldía, todas las
fuerzas en mí acumuladas, para no verla consumirse inactivas. Pero un destino
implacable me ha quitado hasta el derecho de buscar la muerte; me ha ido
acorralando lentamente, insensiblemente, a una vejez sin fervores, sin
recuerdos…sin pasado.” El personaje se lanza a la posibilidad de la muerte y,
sin lograrla, toma conciencia ahora de lo que le queda. La voz de la mujer se
quebranta. La mujer se duele de ese no-vivir
al que está condenada. Y, como antes se había aferrado a la idea del amante –como
quien se aferra a la vida, como si estuviera al borde de la muerte y a que ese
recuerdo/sueño/fantasía brumosa, borrosa, fantasmal la salvara–, ahora observa
y sigue a un marido que finge ignorar el dolor compartido, sigue al marido en
el silencio.
Termina la novela y en la escritura
se salva todo aquello que se lleva la niebla. Las palabras nos develan la vida
de la mujer que se escapa a la bruma, a la quietud. La última niebla acontece
en la lectura, ahora ya transformada en tormenta y grito que arrasa aquello que
se creía oculto y definitivo, aquello que parecía petrificar a la mujer sin
nombre.
Felicitaciones, Anabelle. Coherente con el asunto, también sabes dejar unos silencios que hablan y que invitan a la lectura de la obra.
ResponderEliminarGracias querido Luis por tomarte el tiempo de leer y comentar. Evidentemente es un texto que se da desde el silencio, es él quien habla... Abrazos.
EliminarFelicidades, querida Anabell, por este blog. Haces cosas muy bellas.
ResponderEliminarPd: el comentario me salió como "desconocido"😏 Pero soy K. Malena D.W
EliminarQué bella, gracias por tomarte el tiempo de leer el texto y comentar. Ya seguiremos hablando de literatura y los recuerdos en común... Abrazos 🌻
EliminarMe gusta el texto, mantiene un rigor expresivo sin caer en las fórmulas facilistas de la prosa de ensayo. Felicidades.
ResponderEliminarGracias Gabo. 🌷
EliminarMe encantó. Me dieron ganas de adquirir el libro y leerme en él, en ese silencio y ese grito. Gracias.
ResponderEliminarGracias por tomarte el tiempo de leer. Esa novela es muy buena, y la segunda, La amortajada también la recomiendo muchísimo. 🌷
EliminarDe nivel para ser publicado en una revista o periódico de prestigio.
ResponderEliminarMuchas gracias por su lectura y comentario.
EliminarQue texto tan sublime! lo deja a uno con ganas de seguir leyendo más. Un cálido abrazo mi querida Anabell y felicidades.
ResponderEliminarQuerida Dianita, muchas gracias por tu lectura. 🌻 Me alegra que te haya gustado. Es una autora que debemos leer nosotras que amamos las buenas escritoras. Abrazos.
EliminarSin duda, he podido navegar por libros gracias ti ¡Increíble texto!
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarGracias portu lectura y comentario. Abrazos.
EliminarExcitante invitación a conocer esta María Luisa Bombal.
ResponderEliminarAsí es estimado Domingo, es una escritura que provoca. Recomendada totalmente.
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