Dirigido
por: Jaime Andrés Monsalve y Margarita Valencia
Fecha:
10 de abril del 2014
Transcrita por: Berlín Rincón.
BORGES Y
EL NACIONALISMO
Jaime Andrés: Nacido
en Buenos Aires, Martín Kohan es autor de libros de ensayo, cuentos y de
novelas, una de ellas, particularmente Ciencias morales, fue llevada al cine,
según recuerdo, invitado a la feria del libro de este año. Realmente es un
placer tener al autor aquí con nosotros, en los Libros por Radio Nacional.
Martín, bienvenido a Radio Nacional a estas frías horas de la mañana aquí en
Bogotá.
Martín Kohan: Buen día. Encantado de estar aquí.
J. A: Bueno,
Martín, nosotros somos los más felices, y por supuesto tenemos que iniciar con
lo primero; usted es docente, es decir, usted enseña teoría literaria, tanto en
la Universidad de Buenos Aires, como en la Universidad de la Patagonia, supongo
que esto tiene que ver con unos intereses previos por la literatura de su país,
porque quienes están escribiendo en argentina, siempre van a tener unas sombras
canónicas ahí, como seguramente la tenemos los colombianos con García Márquez,
en el caso de ustedes; con Arlt, Fernández, Borges, incluso Cortázar. ¿Cuáles
fueron esas primeras lecturas que usted recuerda? Básicamente, ¿cómo fue que se
interesó por la literatura?
M. K: Mira,
no empecé con los autores argentinos en ese momento, empecé con los clásicos de
las lecturas de infancia, en las colecciones de infancia. Hay un libro en
particular que yo recuerdo como el primero, quizás estoy construyendo ya mi
propio mito de mi pasado como lector, no hay otra manera. En mi acta de
fundación, lo primero que recuerdo haber leído, o por lo menos lo primero que
recuerdo como impacto de lector, que para el caso vale lo mismo, fue una
edición infantil, editorial Sigmar, de La vuelta al mundo en ochenta días
de Julio Verne. El impacto del desenlace de esa novela me quedó como una marca,
porque me parece que al escribir tiendo un poco al remate o a un efecto
sorpresa, a veces excesivamente en los cuentos y hasta en algunas novelas y
quizás por eso sea una huella inicial.
Margarita Valencia: Ah, culpa de Julio Verne.
M. K: Bueno, pobre, qué le vamos a decir.
J. A: Yo
sí he visto, Margarita, desde que arrancamos este programa, que a Julio Verne,
a Kipling, a Salgari, tenemos que agradecerles absolutamente todo, son las
primeras semillas.
M. V: Y ese libro en particular, ¿usted recuerda cómo
es el final?
M. K: Ellos hacen el viaje alrededor de todo el
planeta sobre la base de una apuesta, de si iban a poder lograrlo o no, y
cuando llegan, llegan con la certeza de que la apuesta estuvo perdida, porque
llegan un día después de lo que la propia apuesta establecía como parámetro,
pero digamos sobre esa escena de decepción, que terminan asistiendo a la típica
escena del club, donde la apuesta se había establecido, llegan 81 días después,
aparentemente a perder, y en rigor, como habían viajado hacia el este, habían
ido descontando un día, de modo que en verdad sin saberlo, habían ganado la
apuesta y no la habían perdido y se enteran de eso en el momento de llegar.
M. V: Ganaron
la apuesta; una esposa, que eso para un señor, que va a clubes ingleses, no es
poco decir.
(Risas)
M. K: Absolutamente.
Me acuerdo, retengo muchísimo, muchísimo, el impacto de esa intriga y de ese
desenlace, probablemente sea lo primero que leí. Pero también la idea de estar
por primera vez, frente a una larga construcción narrativa, porque es
claramente la idea de contar algo generando y traicionando la expectativa,
desviando eso hacia otra cosa. Disfruté de ese algo que es del orden del arte
de la narración en el mejor sentido, intuitivamente, claro está. Cortázar y Borges
vinieron ya un poco más adelante, más en la adolescencia, y el impacto grande, grande,
grande hasta hoy, es Borges.
J. A: Sí, totalmente, tiene que serlo.
M. K: Por sobre cualquier otro.
J. A: Bueno.
M. V: Yo
siento que eso es como: “estos me van a enloquecer como en el fútbol, esto es
como ser del Boca o del River, se es discípulo amado de Borges o se es
discípulo amado de Cortázar, por ejemplo”.
J. A: ¿No se puede ser de los dos?
M. V: No está tan claro.
M. K: Sí, sí, yo creo que no hay que pensar en una
antinomia, pero no pensar una antinomia no supone una equiparación.
(Risas)
M. K: A mí me parece que lo que hizo Borges con la
lengua y con la literatura… en la argentina no tiene parangón.
M. V: En literatura Latinoamérica, creería yo.
M. K: Bueno, yo no quiero decir tanto, para no parecer un caso más de petulancia argentina,
prefiero pensarlo y no decirlo. Bueno, la verdad es que tampoco lo pienso. No, tampoco
lo pienso. No voy a mencionar colombianos para no parecer demagógico, pero respecto,
digamos, a la poesía de César Vallejo, no podemos decir que Borges es único en
ese punto, es uno de los grandes escritores, sí, no tiene paragón en la
literatura argentina, eso es seguro. Y en cualquier otro orden de la admiración,
el propio Cortázar o Roberto Artl, digamos los escritores que sabemos que
definen el canon, para decirlo en un sentido más clásico, digamos que producen
influencia, generan influencias, pero no generan “angustias de las influencias”,
para usar la fórmula de Harold Bloom.
El que suscitó
fuertemente la idea de que lo había escrito todo, incluyendo las novelas que
nunca escribió, que eso también es lo extraordinario, ¿por qué alguien empieza
a pensar o a proyectar una novela y tiene la sensación de que eso ya ha sido
pensado y ejecutado por Borges que nunca escribió? Porque Borges escribía una
literatura entera en cada texto, una literatura, entonces produjo sin duda, por
un lado, un efecto de intimidación, y por otro lado, eso que bien define Bloom,
creo yo, la sensación de que todo lo que se podía escribir ya había sido
escrito por él, y los que vienen después, llegaron demasiado tarde.
Debo decir
también que yo nací en el año 67, de manera que no integro la generación que
sigue a Borges de manera inmediata, entre Borges y mi generación hay por lo
menos una generación de escritores que vivieron mucho más fuertemente el peso y
el agobio de la presencia literaria de Borges, y a la vez dispusieron cada uno sus
propias estrategias para resolver eso, y para salirse y mostrar que la literatura
no era todo eso. Entonces si uno piensa en la literatura de Manuel Puig, o la
literatura de Rodolfo Walsh, o la literatura de Juan José Saer, la literatura de
Ricardo Piglia, la literatura Fogwill, todos autores argentinos de la generación
siguiente a la de Borges, cada uno a su modo resolvió el dilema de cómo seguir
escribiendo después de Borges. Y para la generación de los que vinimos, nacimos
y empezamos a escribir después, ya este asunto estaba bastante, podemos decir,
descomprimido, eso no quiere decir que no sacan a Borges, es al revés, que
podemos contar con él.
M. V: Ya pueden mirarlo, ya no están horrorizados de
copiarlo, de sonar como él.
M. K: Podemos ser Borgianos. Exacto.
M. V: Que sería como una tercera etapa, porque también recuerdo que hablamos hace unos días de
ese rechazo de Borges en América latina, no fue solo Argentina por no ser
suficientemente latinoamericano.
M. K: Sí. Yo creo que como todo gran autor, produjo una descolocación, y para los
paradigmas de fervores patrióticos o nacionalistas, o bueno, poniendo América
latina como patria grande, que es una identificación a la que uno puede adherirse,
pero de la que se debe recelar, como a mi entender se debe recelar de todos los
fervores de todos los patriotismos, en este orden de ideas entonces creo que lo
que Borges tuvo justamente de interesante es, ¿hasta qué punto fue que realmente
entendió lo que es el nacionalismo?, no sé si hay muchos más autores que hayan
entendido lo que es lo argentino como Borges. Para empezar, porque lo primero
que entendió es lo primero que hay que entender, es que lo argentino no existe
como tal, o sea que, si se lo plantea como una especie de postulación
trascendental, esencial, definitiva, casi en el orden de la identidad o del
fervor religioso, eso no existe, lo que existe son invenciones, artificios,
tradiciones, imaginarios, recuerdos compartidos, memorias comunes, invenciones
que decidimos compartir como una adhesión en común, Borges entiende eso.
M. V:
Pero en el caso de Borges, además entiende eso con mucho humor, que es algo que
no se perdona en el ámbito del nacionalismo.
M. K:
Bueno, los nacionalismos tienden a ser solemnes, porque participan de una
especie de liturgia, y uso la palabra intencionalmente, porque tiene mucho de la
religiosidad, es difícil colar un chiste en una misa, y en realidad Borges
también entiende eso, que hay una carga de ironía, que tiene que haber una
carga de ironía muy fuerte, porque en rigor, es al mismo tiempo algo en lo que
se cree y de lo que se descree, en lo que se está y no se está, en el caso
particular de la argentina, la acusación de Borges por extranjerizante, por europeizante
y por anglófilo, es particularmente ridícula, porque la cultura argentina es
una cultura de importación, entonces cargar sobre Borges con esta
contraposición entre lo nuestro y lo europeo, cuando eso que llamamos nuestro, está
colmado de importaciones europeas y de una mirada puesta siempre en lo particular,
en París y sino en Europa en general, era absurdo, en el sentido en que es
Borges justamente con los gestos de importación cultural y la carga de ironía
humorística que ponía en eso, es que entendió cómo era el dispositivo.
J. A: Totalmente
claro, pero ese primer Borges de Evaristo Carriego, por ejemplo, ¿no es un poco
más argentino, entre comillas, que el de los ensayos y los cuentos del futuro y
el último Borges tal vez?
M. K: El
primer Borges participa en un nacionalismo más tradicional, podríamos decir, y
es deudor, de todas maneras, ya ahí con mucha inteligencia, de ese momento en
que una cultura fabrica la articulación de lo nacional y lo popular, porque en
realidad eso forma parte de todas nuestras identidades, en realidad de todas,
no sólo en América latina. Los Estados nacionales son constituidos por
burguesías en cada momento, en cada nación, pero a su vez, la formulación de
una identidad colectiva, no se va a producir nunca sin un anclaje en el mundo
de la cultura popular, ahí hay un cierto principio de la contradicción, que
aparece en el romanticismo a mediados del siglo XIX, que es por un lado, en
términos, digamos así, clasistas, un proyecto político encarnado por las
respectivas burguesías, que a la vez deben incorporar en la dimensión simbólica,
el mundo de lo popular, porque sin ese mundo de lo popular, no es total esa
identidad la suficiente carga de la particularidad propia, al mismo tiempo estás
incorporando simbólicamente a los que son excluidos socialmente.
M. V:
Claro. Además, es una carga de lo popular ya pasada por el colador de las
burguesías, es decir, es otra vez una narración.
M. K:
Obviamente, sin duda es una construcción cultural. Borges vio eso, porque leyó con
mucha lucidez, la literatura argentina, la literatura gauchesca. Y lo que
entiende el primer Borges, lo que entiende con mucha claridad, es que todo ese
tipo de mitologías nacional popular, que en el siglo XIX la gauchesca había
depositado en el mundo rural argentino, había que transferirlo a la ciudad, la
ciudad de Buenos Aires necesitaba una mitología nacional popular análoga a la
que la gauchesca había producido para el mundo rural.
J. A: Que es esa mitología de puñales que lentamente
muere en el olvido y que tiene que ver con el tango.
M. K: Y
en el libro de Evaristo Carriego escribe sobre el tango, escribe sobre el
suburbio, escribe sobre la orilla y empieza a construir esa mitología del
compadrito del orillero. Incluso lo que escribe sobre el tango es muy
interesante, porque justo hoy también se está dando una disputa para ver justamente
cómo estamos frente a construcciones que se van desarrollando en el tiempo, eso
no quiere decir que eso no cobre una existencia real. Ficción no significa
mentira, construcción cultural no significa mentira, porque esas construcciones
culturales después producen realidades. El tango es hoy un rasgo en el que yo
como porteño me reconozco, y si ahora suena un tango, para decirlo
tangueramente, me va a caer el lagrimón, pero eso se va construyendo y
produciendo histórica y culturalmente. ¿Cuál es la intervención de Borges en
los 30 en el Carriego?; la reivindicación de la Milonga por sobre el Tango,
entonces era todavía lo suficientemente cercano en la disputa entre la
tradición del nacionalismo criollo, que recupera el pasado español, frente al
impacto del enorme caudal de inmigración que la argentina recibe, sobre todo en
Buenos Aires. Digo esto porque muchos se concentraron, sobre todo ahí entre
fines del XIX y comienzos del XX, en esos años en que la cultura argentina estaba
resolviendo qué hacer con el pasado español, porque hasta ahí lo había
repudiado, como todo ciclo de independencia repudia el pasado colonial español.
Pero frente a la llegada masiva de inmigrantes, tiene que inventar un pasado
donde absorber esos inmigrantes, se inventa casi que instantáneamente una
tradición, como las sopas instantáneas, parece que han tenido un tiempo de
elaboración, pero la verdad es que nacen en ese momento, nacen ya con un pasado,
había que inventar un pasado y ese pasado no se puede inventar sin recuperar
esa tradición hispánica, que hasta ese momento había sido repudiada. Con una inteligencia
descomunal, Borges entiende eso, la disputa de la ciudad, y cuando dice milonga
más que tango, lo que está pensado, entre otras cosas, es: guitarra más que bandoneón, porque la guitarra es un
instrumento que está en la gauchesca y que viene de España, frente al bandoneón
que era el instrumento de importación, de hecho la palabra bandoneón hoy es emblema
de la música porteña de Buenos Aires y no de la Argentina, porque la verdad que
es una música de Buenos Aires. ¿Por qué el bandoneón se llama bandoneón?
J. A: Dicen que porque el creador era de apellido
Band, Heinrich Band, algo así.
M. K: Y
la fábrica era de “Band Union”, y de “Band Union” fuimos a parar a bandoneón,
este es el dispositivo de lo patriótico, de lo nacional, de la pertenencia, y
es que luego no es que no funcione, porque si suena un bandoneón, bueno, lo
siento como mío, pero eso no se fabrica en la pureza, no se fabrica en la
esencia y sí de la apropiación, entonces lo propio no existe, sino como
apropiación, y eso después constituye una tradición, que no nace en estado de
pureza. Borges entendió eso ya en los 30, luego lo fue elaborando de un modo
cada vez más sofisticado y cada vez más interesante y cada vez más inteligente,
pero ya en el primer Borges está la captación de esto frente a los
nacionalistas, habitualmente más rudimentarios, más esquemáticos, más
metafísicos, más religiosos, y Borges, entre otras cosas, los chuseaba
marcándoles hasta qué punto el nacionalismo era una filosofía importada,
copiada ya sea del nacionalismo francés.
Pertinente transcripción Berlín, que siempre será actual. c
ResponderEliminarCierro con esto:
-¿Qué es ser colombiano?
-No sé -le respondí-. Es un acto de fe.
-Como ser noruega -asintió.
Borges. Ulrica. Cuento.
Bárbaro el nivel de ese par. Gracias, Berlín.
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