Gustavo Ibarra Merlano


 

Por: Víctor Ahumada.


La sesión poética de esta noche de Esquina Literaria está dedicada a Gustavo Ibarra Merlano. Nacido en Cartagena de Indias, en 1919, Ibarra Merlano fue el mayor de cinco hermanos, estudió Filosofía y Derecho en la Universidad La Gran Colombia, de Bogotá, y perteneció a ese cenáculo literario cartagenero integrado por Héctor Rojas Herazo, Donaldo Bossa Herazo, Jorge Artel, entre otros.

Hablar del bardo cartagenero no es tarea fácil. Primero, porque debido al carácter inédito de su obra (por iniciativa del autor) es poco el contacto que uno, a diferencia de otros autores caribeños, logra establecer con él; y segundo, porque descifrar su poesía requiere concentración y reflexión, pues muchos son los temas que uno alcanza a rastrear en este poeta en donde la erudición es un rasgo principal.

Seducido por la tradición griega, la mitología, la literatura española de la Generación del 27 y autores de corte cristiano, como Kierkegaard, por ejemplo, su poesía establece un registro propio en donde el hombre, además de oscilar entre ángel y demonio, entre lo divino y lo humano, adopta una mirada interior que lo invita a contemplar la ruina de un mundo cuyo único bálsamo existencial, en ultimas, es la palabra.

Así mismo lo siente quien fuera su amigo y cómplice: Héctor Rojas Herazo cuando escribe: “La de Gustavo es una palabra sobre la cual ha exprimido sus lágrimas y sangre. Palabra escondida que, al tiempo que implora e interroga a la divinidad, husmea y relame su conciencia y sus huesos. Son poemas que se arrastran y sacuden en una inmediatez que aspira a ser asumida e iluminada por el infinito. Cada interrogante es una herida que lo deja verbalmente postrado. Confirmando que, más allá de la cautela o de la esperanza del alma, nuestra única e inexorable tarea es la de soportar, sin explicación ni descanso alguno, la condena de vivir. Todo ímpetu poético por ello mismo, es el acercamiento a esa condena con amor, con dolorida calma, anhelando entender todos y cada uno de los susurros que destila esa condena. Pocas veces en nuestra poética el oírse a sí mismo había servido de compasión y consuelo para los otros. Esa ardida voluntad de esclarecimiento podría servir para explicarnos la entrañable capacidad amistosa de Gustavo Ibarra Merlano” (1).


1. Gustavo Ibarra Merlano: los susurros de Dios (Aguaita número 9, diciembre 2003), Gustavo Tatis Guerra.

Comentarios

  1. Muchas gracias querido Víctor, no conocía este gran poeta nuestro. Siempre me abres muchos y gratos caminos con tus recomendaciones literarias. Gracias.

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